POR RAFAEL CASTILLO PACHECO.
PROFESOR DE ECONOMIA Y POLITICAS
PUBLICAS.
Hace bien, el Diario La Libertad, con desplegar en
sus páginas, contenidos que narran el acaecer
vigente de la Universidad Del Atlántico, y lo hace mucho mejor, cuando
desde sus páginas, se escriben editoriales orientadores, como el del pasado 25
de Febrero, titulado “La Universidad debe tener en sus filas una figura
académica”. El merito de esos trazos, podrían considerarse un comienzo de generación
de masa crítica en el departamento,
sobre el tema de la sucesión rectoral, planteando unos perfiles para el cargo,
honestamente poco discutidos los presentados, pero objetivamente harían parte de un todo, que nos falta escrutar, por
sustentar y decantar. Ya el periódico había publicado un artículo en igual
sentido, firmado por el profesor Jaime Colpas, que adiciona una invocación a
los gobiernos nacional y departamental para
que escogiesen un “ Albert
Einstein”, para esa importante dignidad.
Pondero el esfuerzo investigador del profesor y el del
editorialista por hacer unas líneas sobre un tema, en el que ciertamente hay
poca literatura e investigaciones realizadas en el país y en Latinoamérica,
sobre los perfiles de rectores para Universidades Públicas. Dentro de lo que
está disponible, rescato con plus valor, lo que publicara el Mexicano Abril
Acosta Ochoa, que focalizó su estudio en tres universidades de ese país, con
distintos niveles de problemáticas, razonablemente parecidas y distintas a la
de nuestra alma mater. En el documento, el académico explica los
factores, que dominan los problemas universitarios de las instituciones
públicas de educación superior estudiadas, y cuenta los resultados del
desempeño de los rectores, entre los que se contaba un académico, un
académico administrador y un administrador.
Para mí, resulta del mayor interés, ocuparme
para el caso típico de nuestra universidad pública, del tema del perfil y las
tareas del futuro rector, contribuyendo con unas glosas, que ayuden a refrescar
la discusión, que puedan orientar a la comunidad académica y a los actores
decisores. Estos son los tópicos que planteo sobre el tema:
1. Desarrollo y profundización de la
Democracia Universitaria, con capacidad para vincular a los
actores que cumplen los procesos de docencia, investigación y extensión a la
toma de decisiones. Así mismo, construir escenarios en el que se
desarrollen los desacuerdos, para que sean fértilmente tratados, desconfiando
de toda concepción unanimista del poder. Se requiere que se restituyan, se
direccionen y se empoderen los órganos colegiados de la institución (Consejo
Académico, Consejo Superior, los claustros) hacía procesos que enaltezcan la
Universidad como productora del bien común, como fuente inspiradora del saber,
que incentive los valores de la
creatividad humana, respetuosa de la pluralidad y forjadora de a la nueva
ciudadanía.
2. La Autonomía Universitaria,
defendida por las posibilidades de producir, utilizar y socializar
conocimientos útiles a la sociedad, sin condicionamientos e interferencias,
pasando por la instauración de sistemas de pesos y contrapeso debidamente
reglados y reconocidos, que discutan y escruten el desempeño de la gestión,
hasta llegar a decidir sus propios gobernantes.
3. La legitimidad democrática,
constituida por las ofertas programáticas que haga la rectoría a la comunidad
universitaria, y de su capacidad para llevarlas a cabo. A la par , el
reconocimiento de sectores mayoritarios a su gestión, derivado de procesos
continuos de rendición de cuentas; como también, el ascendiente del rector,
entre los actores para recoger sus iniciativas y traducirlas en acciones
de gobierno.
4. Gobernabilidad, derivada
de la capacidad para construir consensos programáticos con todos los
actores de la vida universitaria, fundados y constituidos sobre los fines
misionales de la institución. Se requiere un gobierno universitario participativo de los
distintos matices, expresiones y actores que tienen presencia en la
universidad, en función de sus méritos.
5. Visión para construir escenarios
futuros, desde el análisis de prospectiva, encauzado a predecir el desarrollo
del alma mater, construyendo desde la
condición de planificador del rector , de su equipo y de actores
involucrados, las rutas, para cumplir los desafíos que se inscriban en un Plan
de Desarrollo retador, soberanamente ejecutable.
6. Un Proyecto Educativo Institucional Consecuente con las nuevas tareas
de la educación pública contemporánea, que incite a la renovación pedagógica,
que proponga un nuevo modelo de la gerencia académica, creando un sistema
orgánico, en el que estén articulados la misión, propósitos y los objetivos, colateralmente con rediseños
curriculares, la administración de los programas, el manejo eficiente de los recursos físicos y financieros, las
políticas de seguimiento al accionar universitarios, benéficas políticas de
bienestar, así como la definición
del las tareas sustantivas de la universidad. Se necesita abrir más caminos, para
el desarrollo de la democracia participativa, por lo que se sugiere que
el rector tenga grandes competencias sobre el trabajo en equipo. Que sea
decididamente un facilitador de procesos
de construcción de mayor institucionalidad, sin personalismos.
7. Competencias administrativas
y financieras probadas, capaces de sortear escenarios complejos con
éxito. Añadiéndole, competencias para conseguir nuevas fuentes de recursos, como la
de ejecutar eficientemente los que están disponibles, conformando presupuestos
participativos que reflejen los anhelos de los actores. El rector tiene que
tener una capacidad de resolución
probada, para resolver audazmente sobre el filo de la normatividad jurídica y
los contextos académicos deseables, las distintas problemáticas que conciernen
hoy a funcionarios administrativos y docentes.
8. Liderazgo para
el desarrollo de nuevos liderazgos, que busquen consolidar las
tareas medulares de la Universidad, que jalonen la investigación vista
como un sistema, que trasciende los esfuerzos individuales. La
acreditación en todas sus fases, planteada como un proyecto central no
solo de facultades ni voluntades excepcionales, y la puesta en acción, de una extensión
pertinente, que concite los intereses de la sociedad con nuestro que hacer
académico.
9. Un gerente orientado
hacía los proyectos con un saber hacer público, cuyas
ejecutorias y las de su equipo impacten la productividad universitaria positivamente.
A partir de un uso optimo del talento humano disponible, elevando su formación;
que recaude y socialice las mejores prácticas acumuladas en nuestra existencia
(nuestro “know how” ), siguiendo también a las instituciones del ramo que
lo hacen mejor (Benchmarking), y eche mano de tecnologías de vanguardia,
que creen valores marginales en los procesos de formación pedagógica y
administrativa.
10. Lo anterior,
superaría la tesis, de que sería un hombre o mujer providencial, el personaje
por designar. Un “Albert Einstein” esquivo (el nobel nunca dirigió), que luego
de ruegos, decidiría abandonar su hábitat
en las galaxias, para intentar conducirnos por los proverbiosos caminos, que se
abren en el sistema planetario, capaces de superar el acontecer académico del globo terráqueo. Lo que se necesita es un
rector curtido en nuestros avatares cotidianos: Con la piel Uniatlanticense,
que conozca sin despreciar nuestros valores idiosincráticos, sumergido en
nuestro currículo oculto, que identifique las zonas sombreadas y las
relucientes de nuestra alma mater. Un rector asertivo, de diagnósticos concretos, que plantee terapéuticas
ajustadas a nuestras propias ambiciones y expectativas. Que conozca la misión
cautelar de la Universidad pública, como generadora y facilitadora de bienes
públicos fundamentales para la sociedad regional, sin exclusiones ninguna.