POR RAFAEL CASTILLO PACHECO
“Ante la amenaza, hay que armarse” parecería ser la frase que Néstor mas recordaría, en el momento en que fue sentenciado por su victimario. La cumplida sentencia se había dictado en presencia de varios de sus amigos, que venían impasibles del desfile del Garabato, buscando añadir un nuevo solaz a la lozana noche, que figuraba como feriado en el calendario del infierno.
“Ante la amenaza, hay que armarse” parecería ser la frase que Néstor mas recordaría, en el momento en que fue sentenciado por su victimario. La cumplida sentencia se había dictado en presencia de varios de sus amigos, que venían impasibles del desfile del Garabato, buscando añadir un nuevo solaz a la lozana noche, que figuraba como feriado en el calendario del infierno.
Néstor valoró la intimidación de manera preocupantemente distinta que sus contertulios quienes le aconsejaron rebajar los ánimos, para ahorrarse cualquier careo. Cuando observó los ojos del agresor, le quedó la impresión que lo miraba como carroña, tal pesó la crueldad de la advertencia. Tomó, una botella sin líquido, la golpeó contra el piso, quedándose con el cuello de la misma en su mano. Sumó la rupestre arma, aritméticamente, a su estatura de 1,90 con sus 92 kilos, sintiendo que se le agrandaba su valor varonil, sin nunca subestimar a su casual contendor.
La pacificad de sus amigos, se hizo manifiesta en los consejos que le dieron. Después de la amenaza, solo dos quedaron con Néstor, mientras otros se mantenían cercanos, pero indiferentes a la reacción del disparador. Tampoco daba para tanto. ¿Cómo puede uno imaginar, pregunta un amigo de Néstor, que un reciproco coqueteo, expresado en un sencillo abrazo, iniciado por la desenvuelta novia del presuntuoso homicida, terminara desencadenando un episodio, que hoy repudia la ciudad entera? La escena duro poco segundos, pero repasó en los dos, recuerdos impresionables, de una relación inconstante aceptada sin convencionalismo y reglas.
Néstor Díaz completaba un cuarto de hora en esa estación de servicios, cuando recibió la sentencia. Un testigo afirma que fue categórica.” Tienes una pendiente conmigo” advirtió el escamado varón. Díaz, impugnó la advertencia con un leve empujón al encandilado señor. Luego caminó hacía uno de las islas de la gasolinera, deteniéndose al lado de un surtidor, con el semblante puesto en la carrera 51b, por donde aparecería su homicida. Sus amigos, parecían estar seguros, por lo menos que en esa noche, no ocurriría nada. El, en cambio, era delatado por su pálpito. No esperaba una bala, si un ataque menos fulminante, por eso no abandonó el lugar, por eso nadie se lo aconsejó.
Con una visón longitudinal de tres metros alcanzó a los 10 minutos del conato, a divisar al individuo que se le acercaba con pasos de animal, que abruptamente desenfunda un arma. Díaz retrocede 6 pasos, sin perder de vista la silueta con suéter blanco que lo declaró enemigo. Ahora con la velocidad de una espabilada, se concentra en el revólver calibre 38, preciosamente niquelado, que a cielo abierto, muestra sin estupor su contemporáneo contendor. Néstor entiende que le quedan minutos de vida, y se la juega a fondo con una patada que apenas acarició el arma, siguiendo de largo hasta la altura de la cabeza del agresor. La superioridad del victimario se impone, con una bala que perfora las vertebras debajo de la tetilla derecha.
Néstor palidece, cae al piso, se encorva fijando las manos en el punto del tiro, da un giro de semicircunferencia quedando estático hasta que sus amigos llegan a socorrerlo. En el vehículo que lo transporta a la Clínica se sienten sus quejidos y sus suplicas, para responder a las voces de aliento de sus amigos. “No me dejen morir”, repite con insistencia. El comatoso paciente ingresa a la a la Clínica Prevenir, terminando con la segunda intervención su periplo vital con solo 24 años de edad.
La apuesta joven de piel trigueña y cabellos lacios presenció el desigual duelo. Un tiempo después, recibiría con señal de reclamo en una llamada de celular de un amigo de la víctima, la infausta noticia del deceso de Néstor Díaz, Ella solamente respondió:” El estaba muy alzado, el se lo buscó”.
Néstor generaba sus ingresos instalando equipos y parlantes de gran envergadura a los vehículos, en un establecimiento al norte de la ciudad. Era hijo de una pareja que inmigró a los Estados Unidos, que no estuvieron en su sepelio, por su condición de ilegalidad. La muerte de Néstor produjo una movilización de más de 200 personas que reclamaban justicia.
Cuáles serían los sueños del victimario, a una edad como la que tiene, fuertemente ligada en los jóvenes a los procesos de interacción social con las personas? Es una pregunta que salta. ¿Calificará el agresor, dentro del grupo de personas de bien, que tienen derecho a armarse para poderse defender? ¿Donde adquirió el arma, quienes fueron sus proveedores, que tan accesibles son los costos de esas armas ligeras? ¿Será que una persona estrenado la ciudadanía, está habilitada con la sola cedula, a solicitar una arma de dotación oficial como ocurre en Colombia? ¿Deberá, entenderse, que si todos los ciudadanos tienen que ser informante, será que también todos tienes derecho a armarse?
No es tozuda la posición de quienes reclaman la implantación de una Política Pública de Seguridad Ciudadana en el ámbito metropolitano, que enfrente integralmente al problema, como se ha venido diciendo. Los indicadores como reducción de las muertes violentas ligadas al alcohol, por ejemplo, o la reducción de la tasa anual de agresión contra las personas podrían rebajarse.
¿Sería, esta la primera vez del victimario, como para calificarlo en el 60% que General Gutiérrez caracteriza como violencia impulsiva, asociada a riñas y casos de intolerancia? Para la reflexión, un pasaje de la película Salón Kitty, del célebre director de cine Italiano Tinto Brass, invitado al Carnaval de las Artes. Wallemberg el protagonista, le habla a 20 hermosas damas seleccionadas en Alemania para satisfacer los deseos sexuales de los hombres del Fuhrer, enseñándoles esta sentencia nazi: “Cuando uno mata la primera vez, durante una noche no duerme. Si matar segunda vez, ya puede dormir tranquilo. Si mata más de tres veces, encuentra el gusto para seguir matando”.
rafaelcastillopacheco@hotmail.com
http://rafael-castillo-pacheco.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario